viernes, 10 de diciembre de 2010

Más que gente

Nos acostumbramos a ser gente, colectivos, grupos. Empezamos siendo alumnado, y luego recursos humanos, población, ciudadanía, masa.

Gente, en fin, sosa y anónima. Componentes de un sistema que no alcanzamos ni siquiera a entender, como si fuéramos minúsculas teselas, que no tienen ni idea de la belleza del enorme mosaico del que forman parte, y que sólo pueden admirar quienes tienen una visión más elevada.

Nos conformando con la visión parcial de la realidad que tenemos desde nuestro limitado punto de vista, incapaces de acceder a la perspectiva privilegiada de la que, aparentemente, sólo gozan unos pocos. Es como cuando subes en la fera a la noria, y de pronto lo ves todo desde arriba, y comprendes, en fin, la dimensión real de las cosas. Pero la noria de esta feria parece ser cara, y tiene pocas plazas. Incluso es posible que haya algunos que crean estar en lo más alto de ella, cuando en realidad no han subido más que a la barca vikinga.

Pasamos la vida siendo gente y viendo gente a nuestro alrededor. Trabajamos cada día con gente, viajamos con otra gente en los autobuses, en los trenes, en las carreteras. Paseamos junto a gente, compramos donde compra la gente, y escuchamos las tonterias de la gente. Dependemos día a día de gente absolutamente desconocida. Ni un nombre, ni una persona. Sólo gente.

Frente a esto, nos ofrecen la "personalización". Customización. El "tuning" de la vida. Puedes "personalizar" tu móvil, como hace todo el mundo, puedes "personalizar" tu coche como el resto de la gente, puedes comprar artículos "únicos" hechos en serie, puedes hacerte famoso, o famosa. Puedes comprarte una mascota "única" en alguna tienda de mascotas únicas. Puedes comprarte un collar con tu nombre, eligiendo entre unas cuantas decenas de ellos. Puedes "personalizar" tu fondo de escritorio, poniendo la foto del desierto, la de las olas o una de flores. Y todo en busca de una identidad hace tiempo diluida en anonimato.

Por fortuna, hay momentos en los que dejas de ser gente. Es cuando, frente a algunas personas, el "uno" pasa a ser "yo" y el "una" se convierte en "tú". Aparecen los nombres verdaderamente propios, todo se personaliza definitivamente, y recordamos aquella identidad que teníamos arrinconada.

Y entonces, de repente, ¡existo!

martes, 16 de noviembre de 2010

"Sinde la censora" o "Petenera por el Sáhara"

No salgo de mi asombro cuando acabo de escuchar que nuestra ministra de Juglares, Subvenciones y Ciberatropellos, ha pedido hoy a los artistas españoles que no opinen sobre la cuestión del Sáhara, porque "no son expertos". 1 Esto, el mismo día que el flamenco ha sido declarado patrimonio inmemorial de la humanidad (y el mismo día que Rubalcaba nos hace enrojecer de vergüenza reuniéndose con su amigo marroquí, mientras en el Sáhara nos detienen a los periodistas por la cara, pero eso es otro tema).

El flamenco ha sabido recoger como ningún otro arte el dolor de un pueblo. Ha sabido ser auténtico porque duele, porque se deja doler por el dolor propio, pero también por el ajeno, pues no existe sin el quejío. Porque es un arte radicalmente solidario, en su esencia, sin alardes de filantropía, pero inundado con la sabiduria profunda que da la miseria profunda. Y sobre todo, sobre todo, porque no se ha vendido (más o menos) al poder. Porque cuando uno canta, canta lo que le da la gana.

Pero nuestro Gobierno se ve que es más de los 40 Principales que de la Paquera, y parece no gustarle que sus cachorros ladren más alto de la cuenta, ahora que han empezado a molestar. Al principio estaban bien, iban a las manifestaciones contra la guerra de Irak, a favor de la memoria histórica, a favor de Garzón, hacían anuncios de campaña electoral. Pero ahora hay que regañarles un poquito, porque están sacando los pies del plato, que eso de manifestarse al lado de los malos malísimos no está bonito.

Tienen que aprender que Marruecos es nuestro amigo, que las armas se las vendemos nosotros para que nos hagan el trabajo sucio con la inmigración ilegal, y los saharauis son unos moritos muy quejicas, molestos como una de esas picaduras de mosquito en los nudillos, que viven mejor que quieren, y que la culpa la tiene Franco.

Y no pasa nada, porque los juglares de palacio agacharán sus cabezas y desaparecerán de la escena prudentemente, como les pide Sinde, agredeciendo sus migajas en forma de canon digital, o de subvención, o de ley antidescargas.

Pues yo salgo por peteneras:

Quisiera yo renegar
de este mundo por entero,
volver de nuevo a habitar
¡madre de mi corazón!
volver de nuevo a habitar,
por ver si en un mundo nuevo
por ver si en un mundo nuevo
encontraba más verdad

jueves, 4 de noviembre de 2010

Dueños de nada, convertidos en nadie

Para escribir en serio hay que haber estado
varias noches de lluvia en la calle.
Los que tienen dinero escriben mentiras.
Wahid

Los nadies. Así es como llama Eduardo Galeano a aquello que "no tienen cara, sino brazos; no tienen nombre, sino número", refiriéndose a las personas que viven en el tercer mundo, los que "valen menos que la bala que los mata". Pero ayer tuve la oportunidad de conocer a otros que, me atrevo a decir, son quizás más nadies que los nadies de Galeano.

Me refiero al hombre al lado del que pasas cuando vuelves a casa de noche, y al que miras como un elemento más del mobiliario urbano. Es ésa que duerme en la puerta del banco de al lado de tu portal, y que ves despertarse cada mañana cuando sales (sí, lo ves, aunque no lo recuerdes más allá de dos segundos). Es ese mismo que aparca coches en el centro de tu ciudad para ir a comprar colonia, jabón y vino. Comida hay en la basura. Los ricos lo tiran todo.

Son esos mismos que ven pasar cada día miles de piernas por delante suya, como una corriente imparable, mientras permanecen al margen de todo ese fluir enloquecido, como observadores desde su atalaya de cartón y mantas. Son esos que te estorban para mirar el escaparate en cuestión, y que tienes que rodear cuidadosamente sin ni siquiera mirar a la cara.

Es el mismo que apenas duerme cuando llega el fin de semana, por miedo a que unos niñatos (quién sabe, quizás tu hijo, o tu hermano, o tu sobrino, o ese chico tan simpático que te gusta) pateen sus cartones para echar unas risas. O lo mojen. O, en el cúlmen de la diversión, le prendan fuego, como el que prende fuego a una papelera. "Eran buenos chicos" decían...[2]

Son Ricardo, Floren, Encarna, Wahid. Son los que un día fueron alguien, y dejaron de serlo, disueltos en el anonimato que da la oscuridad relativa de un portal, privados por no tener domicilio del derecho a tener identidad.

Son esos que no tienen ni cara, ni nombre, ni aún número. Son esos convertidos no ya en animales sino en objetos: en papeleras, en semáforos, en piedras. En montones de basura. Convertidos en nada. Abandonados. Olvidados. Solos. Simplemente posados, como el polvo al final del viento.

Para ellos una genial canción:

domingo, 31 de octubre de 2010

San Isidro de Níjar: vivir de rodillas.

Hace casi un año de aquello y aún el recuerdo me remueve cada día desde lo hondo de mi olvidadiza cabeza, y a veces, quizás, desde el corazón.

Yo, que había llegado hasta el campo de Níjar para acompañar a un grupo de chavales de 17 años en una experiencia solidaria promovida por su colegio, me vi de pronto en la puerta de aquel taller, donde inmigrantes ilegales sin recursos encontraban un alivio para su mísera situación. Frente a mí una larguísima fila de chavales poco mayores que aquellos a los que yo acompañaba. En total serían unos 40. En mis manos tres bonos para trabajar los próximos 3 días. Quizás trabajar sea una exageración. Simplemente era una dignificación de la limosna de 5 euros diarios y una bolsa de comida al final de los tres días, a cambio de hacer algunas pulseras.

Di los bonos a los tres primeros de la cola, y el cuarto se quedó plantado delante de mí, mirando mis manos vacías, mientras yo enrojecía de vergüenza como pocas veces. Me pidió hablar con la “mama”, y en ese momento emergió de detrás de mí aquella monja menuda y viva, a la que todos los morenos llamaban “mama”. Le explicó que hoy no cabía más gente en el taller, mientras a mi no me salía ni una palabra.

          -Bueno mama, no pasa nada, no te preocupes, no pasa nada

¡No pasa nada! ¿Que no pasa nada? Ese chaval vivía en un cortijo abandonado con otros veinte compatriotas, sin agua corriente y con dos bombillas y un enchufe que usaban por turnos, no iba a poder conseguir lo necesario para comer esta semana, llevaba en esa situación más de un año, ¡y dice que no pasa nada! ¡Y le preocupa que tú no te preocupes por él!

Esa tranquilidad, ese abandono sereno de aquel chaval, probablemente más joven que yo, a pesar de su aspecto envejecido, me martillea cada vez que me creo agobiado por los pequeños problemas de mi cómoda vida.

Fue sólo uno de los episodios vividos allí, y que empezarán a aflorar ahora, una vez digeridos. Espero que os guste y que os incomode un poco, que no está de más.

A las “mamas” de S. Isidro




domingo, 3 de octubre de 2010

Empezar es lo importante

Empezar es lo importante, empezar.

Empezar sin saber siquiera qué estas haciendo, ni cómo vas a hacerlo, ni quién va a verlo, pero comenzar con la valentía que implica la incertidumbre. Sin tener apenas claro para qué y ni aún por qué.

Da igual si por el principio, por la mitad o por el final mismo, pero empezar ya, por algún sitio, pronto, por donde sea. Sin esperar a tener nada más, a saber nada más, a que venga nadie más, a que pase nada más.

No sabiendo, no viendo, no controlando, no previendo, no tocando, ni aún queriendo.

Empezar es lo importante, empezar. ¿No es acaso eso la fe?

martes, 28 de septiembre de 2010

La huelga amañada

Yo, mañana, no paro. Vivo en un país con unos sindicatos arcaicos, que se erigen en valedores de unos trabajadores a los que no representan, y que sobreviven apoltronados en sus tronos de privilegios cubriendo expediente, regodeándose desde hace años en un idilio de compadreo con el Gobierno.

Estos sindicatos convocan una huelga contra unas medidas que responden a una situación que ellos mismos han provocado, pues son corresponsables de la desastrosa política económica que ha seguido el Gobierno de España en la gestión de la crisis, ajenos a la cruda realidad de ahí fuera. Unos sindicatos que, en todo caso, se han aplicado en mantener las condiciones ya adquiridas de los trabajadores, olvidándose de aquellos que iban engrosando las listas del paro.

Convocan una huelga general de mentira, una pantomima conocida y tolerada por el Gobierno que preside uno de ellos. Una huelga general acordada, que “no hará daño”, y que pretende ir dirigida contra una nebulosa incierta en la que se mezclan capitalismo, banca, empresarios, oposición... pero que huye del ataque al Gobierno, único responsable de la gestión de esta crisis.

Esta es una huelga general que el Gobierno necesita para hacer ver a los mercados que las medidas tomadas han sido contundentes, y no seguir recibiendo presiones para cambiar sus políticas. Es también una necesidad para los sindicatos que, en decadencia, necesitan un poco de acción en sus filas, una convocatoria amañada que les permita hacer una demostración de fuerza, aunque sea por la fuerza.

Será una huelga, me atrevo a decir, en la que el Gobierno haga la vista gorda a la coacción violenta de los piquetes al cortar carreteras y servicios básicos. Ya hoy aparecen personajes advirtiendo de que habrá “piquetes convencitivos” y "potentes" en Asturias, o del “grave riesgo” que supone llevar a los niños al colegio en Canarias. Supongo que es de agradecer que estos altruistas trabajadores se preocupen de hacernos comprender cuán importante es seguir la huelga, tanto para nuestro futuro laboral, como para nuestra integridad fisica.

El final está claro: el Gobierno reconocerá el éxito de la convocatoria, y los sindicatos estarán contentos, porque eso es únicamente lo que les interesa, pues saben que no hay marcha atrás en la reforma laboral, que seguirá adelante.

Pues eso, que yo mañana estudio. A ver qué pasa.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Del adiós desterrado

Paulatinamente, y casi sin darnos cuenta, hemos ido desterrando de nuestro vocabulario la palabra adiós, sustituida por un volátil hasta luego, aun cuando sabemos que no volveremos a ver a nuestro interlocutor.

Algunos piensan que la pérdida del adiós es una consecuencia más de la secularización de nuestra sociedad. Ya les hubiera gustado a aquellos que intentaron desterrar el adiós de los labios de nuestros abuelos, sustituyéndolo por el muy laico salud, por otra parte con escaso éxito. Pero no creo que sea esta la razón profunda de este cambio en nuestras despedidas.

El adiós se ha teñido hoy de una pátina de finitud, de irreversibilidad, y es precisamente de esta terrible realidad del "se acabó" de la que nuestra cultura occidental intenta huir a toda costa, obviándola, haciéndola desaparecer de nuestras cabezas, diluida en dinamismo y futilidad, oculta tras la cortina de humo de la provisionalidad. Y el hasta luego no es más que la expresión, en forma de despedida, de esta huida de lo definitivo.

Nos negamos a aceptar la posibilidad de no volver a ver a la persona que despedimos, o quizás a reconocer que no tenemos el control absoluto sobre nuestra vida para provocar un nuevo encuentro. Nos da un miedo atroz decir adiós, porque nos aterra el para siempre. O el para nunca. Porque no somos capaces, como lo eran nuestros abuelos, de saber cuándo la fiesta ha terminado.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Carta a un futuro insomne

"Durante mis años formativos en el colchón,
me entregué a profundas cavilaciones sobre el problema del insomnio.
Al comprender que pronto no quedarían ovejas que contar para todos,
intento el experimento de contar porciones de oveja en lugar del animal entero."
Groucho Marx

Habrá noches en las que más te valdrá aprovechar el tiempo, que intentar en vano mantener cerrados los párpados, mientras dentro, a toda velocidad, se entrecruzan ideas inconexas y etéreas, que dificilmente se dejarán domar para convertirlas en palabras.

Yo, en esas noches, siempre pienso en escribir, aunque sólo a veces lo hago, intimidado por la necesidad imperiosa de dormir para, mañana, mantener una mínima lucidez. Esta noche, sin embargo, tengo todo el tiempo del mundo. Tú no lo vas a tener, porque habrás de levantarte a ir a la facultad, o al instituto, o a trabajar en una fábrica, o a conducir, o a domar leones, o a sentarte en una oficina sin quedarte dormido. Se siente.

Conozco pocas sensaciones más angustiantes que la provocada por el paso del tiempo inmisericorde en el reloj, mientras vas calculando casi sin querer las horas de sueño que te quedan. Quizás tendrás sueño, pero no te vas a dormir. No tan fácilmente.

Tendrás calor, frio, sudarás. La almohada se irá calentando, mientras tú la revolverás intentando encontrar una porción aún fresca. Da igual que la encuentres, porque al minuto estará de nuevo igual de caldeada que el resto.

En estas noches odiarás partes de tu cuerpo, como ese brazo que siempre se queda debajo cuando pareces haber encontrado la postura correcta, de lado. A propósito de la postura, siempre que pienses que la postura que has adoptado es la más cómoda y la que, por fin, te permitirá dormir, te estarás equivocando. A los pocos minutos de juguetear con ese pensamiento, una fuerza inexplicable te hará cambiar de postura ante la incomodidad insoportable de la anterior.

Podrás entretenerte en observar los objetos que llenan tu habitación, que en la oscuridad se convierten en misteriosas formas que parecen observarte esperando a que te duermas. Posiblemente te des cuenta de la inutilidad de muchos de ellos y pienses en tirarlos, pero mañana no te acordarás. Es entonces cuando intentarás descifrar la misteriosa secuencia que siguen los cuadraditos de luz que se forman en los agujeritos de la persiana, si es que tienes persiana, e intentarás alinearlos, o realizar imposibles dibujos geométricos mentales con ellos.

Por último, podrás decidir intentar no dormirte y aprovechar el tiempo. A mi me funciona escribir, me estoy cayendo de sueño. Buenas noches.

martes, 31 de agosto de 2010

Volver a empezar

Conforme escribo el tipiquísimo título de esta entrada me doy cuenta de lo absurdo de “volver a empezar”. Lo que se empezó una vez no se puede volver a empezar jamás. Se puede continuar o se puede abandonar, pero nunca volver a empezarlo.

Reflexiones lingüísticas aparte, es mi intención continuar en los próximos días escribiendo en La Razón Extraviada, después de unos meses de silencio. Espero que guste, o al menos que se deje leer.

¡Muchas gracias!

martes, 2 de marzo de 2010

Salida de pasajeros

Media hora esperando en la salida de pasajeros de un aeropuerto da para mucho:

Puertas correderas automáticas con anuncios. Con muchos anuncios.

Expectación al abrirse la puerta, tornada en aburrimiento cuando las dos hojas se vuelven a unir y vuelta otra vez expectación cada vez que se separan.

Personas que esperan a señores y señoritas trajeados de los que sólo saben su nombre, que aparece impreso en un folio que muestran con esperanza cada vez que se abre la puerta, a la espera de alguien que reconozca sus propios apellidos en el cartel.

Gente con prisa que abandona rápidamente la escena mientras hablan por teléfono.

Trabajadores con acreditación que atraviesan una y otra vez la puerta en sentido contrario, haciéndose los interesantes mientras hablan por su walkie.

Conversaciones intrascendentes entre los que esperan.

Y aquella niña rubia que parecía ajena al cuadro, que se abalanzó sobre su padre cuando lo vio aparecer entre los anuncios, casi tirándolo al suelo, y que me alegró la tarde.

viernes, 19 de febrero de 2010

Historias y personajes autobuseros (IV): los hombres de las bolsas de basura

El autobús estaba casi vacío cuando subí: sólo una chica abrazada a una carpeta, tres señoras casi dormidas y, en los asientos de al lado de la puerta, ellos dos.

Iban juntos pero callados, con las miradas perdidas a través de los cristales borrosos de polvo, y una expresión en sus caras a medio camino entre la derrota de toda una vida y la ilusión descafeinada de un volver a empezar. La expresión de la cara de quien ha vuelto a salir en libertad, después de un tiempo de prisión, otra vez. Una vez más.

El que estaba sentado junto al pasillo agarraba con fuerza la barra roja del autobús, con sus manos plagadas de rudimentarios tatuajes, mientras su colega tamborileaba nervioso con los nudillos en el cristal del autobús. Ambos llevaban entre las piernas una bolsa de basura negra. La bolsa de basura en la que les dieron sus pertenencias al salir de Sevilla I esta mañana. Una bolsa de basura que bien le valdría, piensa, para meterse él, para meter la vida que ha tirado entre los barrotes.

Ahora cumplirían con el ritual de la libertad, ya convertido en rutina: llegar a la casa, beso a la madre sufridora, comida de verdad, ducha, tele... Y mañana despertar otra vez en el mismo barrio, sin nada que hacer, pasando el día con la misma gente, en la misma esquina, hasta volver a cagarla.

Pero quién sabe, quizás esta vez sea para siempre. Quizás no vuelvan a llevar nunca la cartera en una bolsa de basura. Quizás no vuelvan a necesitar sus galones tatuados en los nudillos. Quizás no tengan que volver a coger nunca este autobús.

lunes, 8 de febrero de 2010

Tempus fugit

¿Ves esa agujita metálica
girando a trompicones, despiadada
en tu muñeca, destruyendo a segundos
el tiempo que te queda? Alimentada
con los números de la esfera, resta
un minuto a tu vida cada vuelta.

(Siempre quise saber dónde se va el tiempo cuando pasa)

-A esto me dedico en la biblioteca, en vez de estudiar a Vygotsky y compañía.
-¿A escribir?
-¡No! ¡A mirar el segundero!

lunes, 1 de febrero de 2010

Cuando se apague la luz

Cuando la luz se apague, que no te de miedo, que no te quedes buscando inútilmente otra bocanda de aire.

Cuando se apague la luz, que lleves las pilas de tu linterna cargadas de vida vivida, de amigos y risa, de amores, de madrugadas y de días soleados, de olores antiguos.

Cuando la luz se apague, que lleves tus manos vacías de dar, y tu corazón lleno de nombres grabados, como dijera el poeta.

Cuando se apague la luz, que no pienses que está oscuro, que no pienses que es ausencia, que no pienses que es tragedia, que albergues la esperanza de ver otra vez el sol.

Cuando la luz se apague, que hayas amado.

Cuando se apague la luz, que hayas vivido. Por si acaso.

lunes, 25 de enero de 2010

Nucleares, la eterna controversia

Mucho se habla en los últimos días, a cuenta de la candidatura de varios pueblos para acoger el cementerio nuclear (o almacén temporal centeralizado, ATC, que dicen los entendidos) que se está rifando en España.

Es mucha la divisón que parece haber entre partidarios y detractores del emplazamiento del almacén en uno u otro pueblo, pero también muy hipócrita la posición de los principales partidos de este país.

Los partidarios del cementerio alegan, no sin razón, que estas instalaciones aseguran (mediante puestos de trabajos directos e indirectos, inversiones millonarias, compensaciones, etc.) el futuro, hoy más que incierto, de sus pueblos. Los detractores desconfían de la seguridad de las instalaciones, casi siempre con argumentos imbuídos de un cierto topicazo antinuclear. Lo cierto es que yo tampoco estaría demasiado tranquilo con aquello al lado de mi casa.

Pero lo que me gustaría poner de manifiesto es la hipocresía de la que hacen gala esta gente que nos gobierna. Por un lado, el PSOE, antaño valedor de la moderna energía nuclear en España, sucumbe ahora a la presión del lobby antinuclear, se apunta al topicazo verde, y en las anteriores elecciones promete el cierre de las centrales nucleares. Promesa incumplida, por supuesto, ya que España aún importa mucha energía producida en Francia con centrales nucleares, a un precio mucho más caro que si se produjera aquí, y no puede permitirse el cierre de las centrales que tiene en activo. Y exporta los residuos radiactivos que producimos aquí a terceros países. ¡El PSOE no quiere que sus alcaldes acojan el cementerio nuclear que su propio gobierno quiere instalar! 1 2

Por otro lado el PP, valedor actual, según parece, de la energía nuclear y criticón con la promesa de Zapatero de cerrar las centrales, que decide expedientar al alcalde de Yebra por presentar su candidatura a albergar el almacén. ¿Cómo es entonces la cosa? ¿Nucleares sí, pero no cerca mía? ¿O nucleares sí, pero mejor buena prensa? ¿O nucleares sí, pero las culpas a otro? Ahí están superpiji, osea, Cospedal y señorito Arenas echándose los trastos a la cabeza.

No se si los ecologistas antinucleares (porque sí, hay ecologistas pronucleares, aunque no estén de moda, véase Lozano Leyva o J. Lovelock) prefieren que se sustituyan las centrales nucleares por centrales térmicas de carbón, gas, o petróleo, más caras, muchísimo más contaminantes, y que queman combustbles que tenemos que comprar fuera. O si de verdad tienen fe en que el consumo de energía eléctrica de España se puede cubrir con paneles solares (carísimos y de bajísima eficiencia) y con molinos de viento (que, según los mismos ecologistas, son tela de feos y que matan a los pajaritos). O si prefieren que compremos a precio de oro la electricidad producida en Francia con las centrales nucleares que aquí no queremos (y que si pegan un petardazo, poco nos va a importar que aquello estuviera a un lado u otro de los Pirineos).

Personalmente, me parece que el futuro de la energía en el mundo pasa por la energía nuclear, mientras no descubramos algo mejor. No emite CO2, no contribuye al calentamiento global (el verdadero y acuciante problema), son eficientes, baratas, seguras (sí, la de Chernobil pegó el petardazo, pero aquello era una cafetera) y consumen relativamente poco combustible, generando relativamente pocos residuos (sí, muy peligrosos y que duran mucho tiempo, pero... ¿y el CO2, los óxidos de azufre y demás ricuras que echa una central térmica no son peligrosos?)

Pero esta es una cuestión que, como tantas, debería alejarse del enfrentamiento partidista del tópico al que nos tienen acostumbrados nuestros políticos y dejar que hablen los que saben. Lo que se llama hacer política de Estado. ¿Imposible? Conociendo el percal, me da que sí.

¿Y tú que? ¡Algo tendrás que decir!

jueves, 21 de enero de 2010

La caravana pseudo-turisto-solidaria


Tenía pensado escribir hace tiempo una crítica sobre el modelo de solidaridad que lleva a cabo "Barcelona Acció Solidària", la organización ¿no gubernamental? a la que pertenecen los tres cooperantes secuestrados por Al Qaeda en Mauritania. Leo hoy que Sánchez Dragó (que de vez en cuando, entre taichí y elixir milagroso, dice algo interesante) tiene una opinión bastante parecida, en general, a la crítica que me rondaba por la cabeza. Vaya por delante que no es mi intención, en ningún momento, ligar estas opiniones al secuestro de estas tres personas, sino criticar la forma de operar de determinadas organizaciones.

En primer lugar, llamar no gubernamental a una organización requetefinanciada por organismos estatales, y entre cuyos patrocinadores principales se encuentran los ayuntamientos de media Barcelona (e, intuyo, muchos más organismos oficiales, entre ellos el estado español) es, cuando menos, una contradicción, cuando no una mentira.

Pero mi crítica no iba en realidad por ahí. Esta O¿NG?, y supongo que también otras, se dedica a organizar cada año una caravana solidaria, en la que, como si de los reyes magos se tratara, hasta treinta personas se dedican a recorrer África en todoterreno, repartiendo alimentos y preservativos ¡Es turismo de aventura financiado!

¿Por qué no mandan un contendedorcon la ayuda a otras ONGs con base permanente en Mauritania, y se emplea a transportistas locales en su distribución, fomentando así la economía local? ¿Por qué atravesar África con camiones y todoterrenos, atravesando pueblos como en Bienvenido Mr. Marshall? ¿Por qué ese afán de ser tú, personalmente, el que le des la chocolatina al niño negrito? ¿Les satisface sentirse indispensables, que otros dependan de ellos? ¿No piensan, de verdad, en el despilfarro que supone su presencia inútil allí?

La propia organización, en su página web que enlazo más arriba, propone ofertas de "turismo solidario" en Senegal. ¡Turismo solidario! ¡Un safari de la pobreza! Textualmente, afirman que "podremos visitar los proyectos que nuestra asociación, Barcelona Acció Solidària, ha puesto en marcha en esa zona". Es decir, un viaje para regodearnos en lo buenos que somos. ¿Cuánto costará un vuelo a Senegal?

No dudo de que esta asociación, como otras, realicen una buena labor en muchos aspectos. Pero pecan de ingenuidad sus colaboradores, y de hipocresía sus responsables, en otros. Estos no son los verdaderos héroes, los verdaderos cooperantes.

Hay personas, que, como Eugenio, han consagrado su vida a vivir con los más pobres. Ellos no están de moda. Ellos no tienen caravanas, ni patrocinadores, ni hacen propaganda. Viven en la sombra, a veces en el más injusto olvido, con la seguridad de que su vida tendrá una recompensa mayor que una portada en un periódico o un premio a la cooperació inernacional. Ellos arriesgan su vida cada día, en países donde estar con los pobres no está, precisamente, bien visto. Ellos se quedan cuando todos se van, y siguen allí después de que la situación de turno "se haga insostenible". Ellos no van a ayudar a los pobres, sino que se hacen pobres con ellos. Y no cobran. Yo los conozco, y ellos son mis héroes.







martes, 19 de enero de 2010

Próximamente: Del solidar-colonialismo, o el colonialismo pseudosolidario.

Pues eso.

El rigor de los exámenes me constriñe la vena creativa, pero en unos días publicaré algo sobre el aprovechamiento de las acciones de "solidaridad" para sacar tajada, económica o política, por parte de algunos (o de muchos).

Me encantaría que comentaras, mientras tanto, qué te sugiere a tí este tema, o de qué crees que habría que hablar en relación a este, y así poder tenerlo en cuenta.

Deseadme suerte, pero haced el favor de no rezar para aprobar examenes (sólo a San Haber Estudiado, como dice cierta persona).

Nota: sí, vale, publicar una entrada para decir que voy a publicar una entrada es trampa, pero tenía que quitarme el mono.

martes, 12 de enero de 2010

Mrs Robinson, la que está usted liando.

La primera dama de Irlanda del Norte, la señora Iris Robinson, adalid del puritanismo, protestante evangelista radical y azote de homosexuales, parece que no aplica en su vida privada el mismo código de conducta severo y puritano hasta la médula que exigía a sus conciudadanos.

Resulta que "misis Robinson", doña Iris para los amigos, no tenía bastante con su maridito, (a la sazón presidente de Irlanda del Norte y líder del partido radical unionista anticatólico DUP, al que también ella pertenece), sino que andaba en un "affaire" (en adelante, "lío") con un guayabito de diecinueve años. Pero cuál es mi sorpresa cuando leo hoy que doña Iris estaba liada también, previamente, con el padre del guayabito, y que antes de morir éste, doña Iris le prometió que cuidaría de su hijo. Debe ser por eso por lo que doña Iris le puso al chaval un pisito-cafetería con dinero público, para que se fuera apañando, mientras él le hacía algún que otro "favorcillo".

En fin, sobra cualquier comentario que yo pueda hacer sobre la doble moral y la hipocresía puritana. Pero no me resisto a acompañar esta entrada con un éxito de ayer, hoy y siempre. Con todos ustedes, Simon & Garfunkel con su "Mrs. Robinson". Tienes la traducción aquí.






martes, 5 de enero de 2010

Nocturno del insomnio y la niebla

...A veces en la noche yo me revuelvo (...)
y paso largas horas oyendo gemir al huracán,
o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz
de la luna...
Dámaso Alonso. Insomnio

Son las cuatro. De la mañana, por supuesto.

Cuando cae la noche, las calles este barrio del extrarradio se vacían pronto, aún más de lo que lo están de día, y sólo se escucha pasar algún coche solitario. ¿Adónde irá?

Hace unas horas que dejó de llover, y es ahora una densa niebla de enero la que se hace dueña de las aceras, extendiéndose desde muy encima de los bloques de pisos cercanos hasta el asfalto, metiéndose por las alcantarillas y entre las ruedas de los coches aparcados.

Imagino toda la ciudad sucumbiendo ante el empuje imparable de la niebla, que subiendo desde el río habrá invadido ya casi todas las calles. Imagino el gran puente, con esas luces azules para los aviones arriba, emitiendo destellos que parecerán relámpagos difusos. Imagino mi colegio, con aquellas ventanas imposibles de cerrar, que estarán dejando pasar adentro húmedos jirones de esta invasión brumosa. Imagino también las calles del centro, la catedral, los escaparates que miré esta misma tarde, que estarán ahora cubiertos por este confuso manto húmedo.

La siento golpeando los cristales de la ventana, queriendo conquistar el pequeño reducto que es mi habitación, frente a sus dominios desdibujados. Las farolas iluminan de amarillo esta masa densa y asfixiante, dispersando su luz en una aureola fantasmagórica, que cubre mi calle de irrealidad.

Y yo asisto al espectáculo desde mi ventana. Ayer me prometí que a esta hora estaría durmiendo, pero el insomnio ha decidido acompañarme, según parece, durante una temporada. Es mejor disfrutar de este tiempo en vela que desesperarse viendo cambiar los dígitos de la hora en el despertador e intentando en vano mantener los ojos cerrados y no pensar en nada (qué tontería).

Me gustas, en el fondo, insomnio. Buenas noches.