martes, 5 de enero de 2010

Nocturno del insomnio y la niebla

...A veces en la noche yo me revuelvo (...)
y paso largas horas oyendo gemir al huracán,
o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz
de la luna...
Dámaso Alonso. Insomnio

Son las cuatro. De la mañana, por supuesto.

Cuando cae la noche, las calles este barrio del extrarradio se vacían pronto, aún más de lo que lo están de día, y sólo se escucha pasar algún coche solitario. ¿Adónde irá?

Hace unas horas que dejó de llover, y es ahora una densa niebla de enero la que se hace dueña de las aceras, extendiéndose desde muy encima de los bloques de pisos cercanos hasta el asfalto, metiéndose por las alcantarillas y entre las ruedas de los coches aparcados.

Imagino toda la ciudad sucumbiendo ante el empuje imparable de la niebla, que subiendo desde el río habrá invadido ya casi todas las calles. Imagino el gran puente, con esas luces azules para los aviones arriba, emitiendo destellos que parecerán relámpagos difusos. Imagino mi colegio, con aquellas ventanas imposibles de cerrar, que estarán dejando pasar adentro húmedos jirones de esta invasión brumosa. Imagino también las calles del centro, la catedral, los escaparates que miré esta misma tarde, que estarán ahora cubiertos por este confuso manto húmedo.

La siento golpeando los cristales de la ventana, queriendo conquistar el pequeño reducto que es mi habitación, frente a sus dominios desdibujados. Las farolas iluminan de amarillo esta masa densa y asfixiante, dispersando su luz en una aureola fantasmagórica, que cubre mi calle de irrealidad.

Y yo asisto al espectáculo desde mi ventana. Ayer me prometí que a esta hora estaría durmiendo, pero el insomnio ha decidido acompañarme, según parece, durante una temporada. Es mejor disfrutar de este tiempo en vela que desesperarse viendo cambiar los dígitos de la hora en el despertador e intentando en vano mantener los ojos cerrados y no pensar en nada (qué tontería).

Me gustas, en el fondo, insomnio. Buenas noches.

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