viernes, 10 de diciembre de 2010

Más que gente

Nos acostumbramos a ser gente, colectivos, grupos. Empezamos siendo alumnado, y luego recursos humanos, población, ciudadanía, masa.

Gente, en fin, sosa y anónima. Componentes de un sistema que no alcanzamos ni siquiera a entender, como si fuéramos minúsculas teselas, que no tienen ni idea de la belleza del enorme mosaico del que forman parte, y que sólo pueden admirar quienes tienen una visión más elevada.

Nos conformando con la visión parcial de la realidad que tenemos desde nuestro limitado punto de vista, incapaces de acceder a la perspectiva privilegiada de la que, aparentemente, sólo gozan unos pocos. Es como cuando subes en la fera a la noria, y de pronto lo ves todo desde arriba, y comprendes, en fin, la dimensión real de las cosas. Pero la noria de esta feria parece ser cara, y tiene pocas plazas. Incluso es posible que haya algunos que crean estar en lo más alto de ella, cuando en realidad no han subido más que a la barca vikinga.

Pasamos la vida siendo gente y viendo gente a nuestro alrededor. Trabajamos cada día con gente, viajamos con otra gente en los autobuses, en los trenes, en las carreteras. Paseamos junto a gente, compramos donde compra la gente, y escuchamos las tonterias de la gente. Dependemos día a día de gente absolutamente desconocida. Ni un nombre, ni una persona. Sólo gente.

Frente a esto, nos ofrecen la "personalización". Customización. El "tuning" de la vida. Puedes "personalizar" tu móvil, como hace todo el mundo, puedes "personalizar" tu coche como el resto de la gente, puedes comprar artículos "únicos" hechos en serie, puedes hacerte famoso, o famosa. Puedes comprarte una mascota "única" en alguna tienda de mascotas únicas. Puedes comprarte un collar con tu nombre, eligiendo entre unas cuantas decenas de ellos. Puedes "personalizar" tu fondo de escritorio, poniendo la foto del desierto, la de las olas o una de flores. Y todo en busca de una identidad hace tiempo diluida en anonimato.

Por fortuna, hay momentos en los que dejas de ser gente. Es cuando, frente a algunas personas, el "uno" pasa a ser "yo" y el "una" se convierte en "tú". Aparecen los nombres verdaderamente propios, todo se personaliza definitivamente, y recordamos aquella identidad que teníamos arrinconada.

Y entonces, de repente, ¡existo!