...Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre,
irreductible: tú...
Pedro Salinas - La voz a ti debida
Tenemos corazas, armaduras, escudos; caretas, máscaras, disfraces; excusas, miedos, vergüenzas. Nos escondemos detrás de personajes artificiales, que fabricamos para que nadie vislumbre lo que pulula en nuestro interior verdadero. Los interponemos entre nosotros y una realidad que juzgamos invasora y amenazante.
Hacemos un gran esfuerzo por actuar en cada ocasión conforme a lo que nuestro personaje nos exige. Nos convertimos en actores intachables, logrando que los otros no sospechen siquiera que están frente a una fachada con trampantojo.
Poco a poco aquella personalidad debilucha e indefensa que queríamos proteger se va diluyendo, víctima de la fuerza de nuestro personaje. Sin darnos mucha cuenta, vamos convirtiéndonos en quienes no éramos, y cada vez suena más lejano el rumor de lo que había debajo de todas las capas de maquillaje que nos hemos ido echando encima.
Y es entonces cuando te das cuenta de que ya no queda casi nadie que te conociera. De que ya no eres tú. De que tu miedo a hablar, a mostrarte, tu ansia por protegerte, ha hecho desaparecer aquello que temías perder. De que no queda ya nada de aquello que pululaba en tu interior antes de que decidieras taparlo y esconderlo.
Es entonces cuando tienes la oportunidad de desnudarte. De desvestirte de todo lo que no eres, de todo lo que te has ido echando encima para tapar aquellas absurdas vergüenzas. Es cuando tienes la oportunidad de decidirte a ir en pelotas por la vida. Sin tapujos, sin miedos, sin vergüenzas. Mostrándote tal como eres, indefenso y valiente.
Es entonces cuando puedes empezar a vivir a pecho descubierto. ¡Bienvenidos a la vida nudista!
No me voy a callar
Ciento Ochenta Grados | Vídeo Myspace